Creo que esta matanza no fue un hecho fortuito, sino la meta de un discurso gestado décadas atrás en el que se fue generando una nación a base del conflicto y el odio racial.
Por Roque Santos
El capítulo 3 de Bordes de la dominicanidad de Lorgia García Peña cae como anillo al dedo en este mes de octubre ya que aborda los “silencios” sobre lo “que los historiadores extranjeros han llamado la Masacre Haitiana” que para la autora se trata de un “genocidio de rayanos y haitianos étnicos” (p. 167). Los historiadores dominicanos están de acuerdo en que la masacre del 37 inició en los primeros días de octubre; de igual forma son consistentes en plantear que fue un proyecto que ya se venía orquestando desde el poder de la dictadura y que se ejecutó a través de los militares y alcaldes de la zona fronteriza.
Sobre este acontecimiento trágico hay muchas incongruencias y mitos que lejos de clarificar el hecho y acercar críticamente los dos países, oscurece la memoria histórica. En mi experiencia escolar recuerdo haber trabajado El Masacre se pasa a pie, de Freddy Prestol Castillo, García Peña lo analiza como un texto que “silencia la culpa” sobre este hecho (p. 191); recuerdo también haber leído por mi cuenta el texto, también analizado por García Peña, de Jacques Stephen Alexis Mi Compadre el General Sol. En aquellos años de estudios imberbes, noté que me quedaban muchas dudas en torno a las obras leídas y su referencialidad sobre los hechos (concepto que aprendí después). Pero la noción de literatura que había asimilado en ese momento me permitió colocar las cosas en su justo lugar, ambas obras eran ficciones, esto es, constructos imaginados que abordan un hecho.
En aquel momento no se me ocurrió hacer un contrapunteo o un estudio comparativo entre ambas obras, pero la conexión era harto evidente. A partir de este capítulo, he ido meditando y recordando cómo fui creando conciencia de los miedos que había recibido en Puerto Plata en torno a los haitianos y los dominicanos y aquella matanza. Luego trabajé por dos años y medios en Dajabón, epicentro del horror, y percibí cómo a la gente no le gustaba hablar del asunto. Daba la impresión de que era un tema rotundamente silenciado; incluso, en varias conversaciones con obreros y estudiantes haitianos había un notable desconocimiento del hecho. Este capítulo ha sido una lectura purificadora de los mismos y una ventana abierta a una relectura de la cuestión racial detrás de este hecho.
En mis estudios sobre el discurso periodístico del siglo XIX y principio del XX, que a mi juicio inciden en la opinión pública de la época con mayor fuerza que las obras literarias y los pocos textos históricos escritos, creo que el corte del 37 es el desenlace fatal del fracaso de las relaciones dominico-haitiana de 1874. A partir de esta fecha, hay un repunte de la representación de Haití como la amenaza eterna del pueblo dominicano que tiene como hitos literarios Cosas Añejas de Penson y Enriquillo de Galván, trabajados por García Peña en esta primera parte de su libro; pero que desde 1871, con las publicaciones periodísticas de José Gabriel García se fue engrandeciendo hasta el discurso racista de Emilio Tejera o de Félix Evaristo Mejía a final de siglo; por mencionar a dos autores con pocos textos literarios.
Creo que esta matanza no fue un hecho fortuito, sino la meta de un discurso gestado décadas atrás en el que se fue generando una nación a base del conflicto y el odio racial. En 1936, un años antes del Corte, Francisco Moscoso Puello escribe un artículo en la prensa titulado “De la Odisea de La Hispaniola”. Este artículo generó un avispero en la opinión pública mayor que el generado por las primeras cartas a Evelina, estas pasaron prácticamente desapercibidas.
El texto de Moscoso Puello caldeó los ánimos en la comunidad letrada porque señalaba cómo Haití había generado mayor unidad de nación que República Dominicana, constituida por mulatos que, a su juicio, eran una raza híbrida imposible de crear unidad nacional.
Con este capítulo completa la autora la “creación” del archivo de la Dominicanidad/dominicanidad. Ha mostrado desde la historia y la literatura tanto el discurso oficial sobre la identidad nacional y la identidad racial dominicana, así como los textos que los contradicen. En la segunda parte abordará la diáspora que los contradice.
FUENTE: Acento (https://acento.com.do/opinion/bordes-de-la-dominicanidad-3-8873746.html)